Núm. 41 (2022): Núm. 41 (2022) enero-junio 2022. Lógoi. Revista de Filosofía
El estudio de la economía y la filosofía no es algo novedoso, pero la academia ha retomado desde hace algunos años el interés por las relaciones entre estas dos disciplinas, más allá de una perspectiva deontológica, pasando por la economía política y su relación con la filosofía política, la metodología y la epistemología de la economía, o la ontología de la economía. La moralidad de las decisiones económicas puede contribuir a comprender mejor el estudio de la economía, no solamente porque se incorpora la dimensión ética, sino porque permite a los economistas analizar de forma exhaustiva la forma en que se construyen y presentan sus argumentos, incorporando el estudio de la racionalidad al análisis.
Son muchos los puntos de encuentro entre la economía y la filosofía, y en particular con la filosofía moral: ambas están interesadas en la acción humana intencional, que busca conseguir unos fines u objetivos propuestos para generar bienestar individual y colectivo[3], basadas en unos principios morales, bien en la moral hedonista, en otros casos en la ética aristotélica, en la moral de Hobbes y Locke o en la ética kantiana del deber, asumiendo distintos tipos de racionalidad, como plantea la profesora Cortina, y admitiendo de este modo la posibilidad de un aprendizaje actitudinal, en el sentido de que los agentes adquieren conocimiento sobre lo que conviene o no hacer, lo cual puede influir sobre la formación de las preferencias.
En particular, son diversas las aproximaciones de la ética y la economía a partir del enfoque sociopolítico que propone Guzmán Cuevas, evaluando las consecuencias de las políticas económicas para el bienestar individual y colectivo, o estudiando las externalidades a partir de un análisis racional por parte de un agente económico que está bien informado.
Otro enfoque que se ha venido estudiando en el marco de las relaciones entre la filosofía y la economía está relacionado con los agentes que tienen comportamientos altruistas. El tratamiento del altruismo que realizan autores como Gary Becker es un tanto restrictivo, pero al menos reconoce lo que Martin Buber llama “el principio dialógico”, entendido como “la presencia sustancial del prójimo”, que cuestiona tanto la posición individualista como la colectivista, y que además incorpora unas motivaciones humanas que van más allá de la búsqueda del bienestar individual con un sentido de eficiencia, es decir, utilizando la terminología de Argandoña, motivaciones intrínsecas, donde el agente está dispuesto a aceptar el costo de oportunidad de llevar a cabo acciones que no maximicen su utilidad instantánea, o motivaciones trascendentes, que buscan el bien para otros agentes.