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Llega el momento clave y decisivo, que marca a Venezuela y América en materia
de salud y sobre todo de salud pública. Este momento es el descubrimiento del Nuevo
Mundo. Cuando Colon pone pie en suelo americano, los europeos que lo acompañaban
y los que llegaron posteriormente, transportaron al Nuevo Mundo el paludismo, peste,
lepra, fiebre tifoidea, tos ferina, difteria, sarampión, varicela, la rabia canina y la viruela;
mientras que los esclavos africanos trajeron a la vez sus propias dolencias desconocidas
hasta entonces en estas latitudes como la fiebre amarilla, la bilharziasis,
anquilostomiasis, oncocercosis, filariasis y malaria.
En los barcos de los esclavos llegaron también ratas, ratones, nuevos artrópodos
(pulgas, piojos, garrapatas) e insectos, entre los cuales, con mucha probabilidad,
mosquitos vectores-reservorios como el Aedes. El indio nativo también transmitió sus
enfermedades originarias de esta tierra, a los nuevos establecidos, entre ellas: buba,
carare, leishmaniasis tegumentaria, tripanosomiasis americana, micosis profunda y otras
más. La mezcla inevitable de los 3 grupos raciales generó un forzoso intercambio de
procesos infecciosos nuevos contra los cuales ni los nativos, ni los inmigrantes tenían la
protección natural necesaria.
Los aborígenes americanos, tuvieron el fatal privilegio de su aislamiento del resto
de la humanidad, por lo que las enfermedades graves y mortales del Viejo Mundo, fueron
más mortíferas en América y comparativamente aquellos trastornos benignos en Europa,
se tornaron mortales, debido a que su sistema inmunológico no ha tenido contacto con
las enfermedades alejadas de su entorno geográfico.
El desarrollo de la medicina en Venezuela durante la colonia se ubicó
preferiblemente en la ciudad de Caracas. En las otras ciudades que conformaban la
Capitanía, el progreso de las instituciones y los servicios médicos fue lento. La medicina
era ejercida por curanderos, curiosos, chamanes (medicina indígena), preparadores de
brebajes y escasamente por médicos diplomados.