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Foro Guayana Sustentable. Revista Informativa de Investigación Nº 18
Además, relegan a segundo plano las consecuencias que ha tenido el crecimiento de
esta actividad. La vorágine migratoria, que para nada ha sido amistosa ni
complementaria desde el punto de vista social, ha sobrepasado las tradiciones y
dinámicas de los habitantes del sur del estado Bolívar, proceso que ha traído
consecuencias alarmantes para todo el país.
La expansión de la minería a pequeña escala ha desencadenado la reaparición de
enfermedades previamente erradicadas como la difteria, la expansión de la malaria en
todo el territorio, alcanzando ya las dimensiones de una de epidemia nacional según
datos del último boletín epidemiológico publicado por el Ministerio de Salud (2015-
2016); y que para 2018 según datos de la OMS los números de casos superarían las
500.000 personas infectadas, tomando en cuenta que para 2017 la cifra superaba los
400.000 casos.
Sumado a esto, trabajos de investigación demuestran el incremento
desproporcionado de la deforestación en la zona, incluyendo parques nacionales y
otras zonas protegidas, así como la grave contaminación de los ríos más caudalosos
del país (Orinoco, Caroní, Caura, Aro, Parguaza, Cuyuní), en perjuicio de actividades
productivas como la pesca.
Lo cierto es que en la actualidad las poblaciones mineras no son homogéneas, sin
embargo, los impactos de esta actividad alcanzan dimensiones nacionales. Lo que
viene ocurriendo en los últimos lustros en el estado Bolívar, con similitudes en
Amazonas y Delta Amacuro, ha traído consigo un choque cultural entre quienes migran
desde el resto de los estados del país hacia estos territorios en busca de oro y demás
minerales, en su mayoría los habitantes naturales de dichos estados, y poblaciones