Una de las diferencias entre nuestro individualismo y el de los pueblos
anglosajones es que en aquellos pueblos parten de un individualismo colectivo,
se es individualista para defender lo colectivo; lamentablemente en Venezuela soy
individualista por aquello de que no me gusta que me pisen. Con eso no logramos
nada, el asociacionismo en nuestro país es muy difícil.
Nuestra experiencia directa era que podíamos conseguir mucha gente que nos
ayudara a construir escuelas, el piso de las aceras. Por supuesto a la hora del
mondongo era muy concurrido, pero después no había nadie que se encargara
de la obra, que mantuvieran las escuelas. Esto fue especialmente evidente con
los módulos de servicio, eran estructuras dentro de nuestros barrios con todos
los servicios, todo el mundo disfrutaba de ellos pero nadie fue capaz de defender
su existencia y de exigir.
Desafíos culturales y retos ciudadanos para lograr una nueva Ciudad Guayana:
Nuestro reto más grande y más urgente es construir un sueño de ciudad en el que
todos nos sintamos identificados. Si no hay sueño es muy difícil que podamos
instrumentar estrategias para hacerlo realidad. Dibujar una visión que nos enamore
y nos embarque a todos en una lucha emocionada por construirlo.
El primer paso para construir este sueño es a partir de lo que nos une. ¿Qué
es lo que hoy nos une a todos los guayaneses? Todos los guayaneses quieren,
en primer lugar, generar progreso para todos, esto es, progreso con fuerte acento
en la justicia social, y erradicar la pobreza y toda fuente de exclusión.
En segundo lugar, construir y fortalecer instituciones para el desarrollo y la
justicia social en libertad y democracia. Uno de los más importantes retos, no
solo para Ciudad Guayana sino para toda Venezuela, es reconstruir el sueño. Un
nuevo sueño de independencia. Tenemos por delante el reto de la independencia,
no solo de injerencias extranjeras de cualquier tipo, sino de cualquier forma de
coloniaje político, ideológico, económico, etc.
Y el reto de la soberanía, lograr que el pueblo pueda ejercer su soberanía,
no solo de expresarse y que esa expresión electoral, de protesta o de cualquier
tipo, sea respetada por el poder público, sino también de ejercerla, por ejemplo,
sintiéndose libre de caminar por las calles o de ir a trabajar sin miedo a la muerte o
a no regresar a sus casas. Un pueblo con miedo, encerrado, a merced del hampa,
limitado, no es un pueblo que esté ejerciendo su soberanía.