LA PARTICIPACIÓN SOCIAL COMO EJERCICIO DE
Ross. Este sostiene que no existe un interés general o bien común, tal y
como
se expresa en el párrafo anterior ya que depende de preferencias
subjetivas
de grupos o de personas. Para demostrar esto, propone el ejemplo de los
dos
prisioneros
que quieren huir de una cárcel, para lo cual pueden darse
tres
supuestos: 1 - que cada uno pueda lograrlo sin necesidad de recurrir al otro;
2 - que para conseguirlo sea precisa la mutua
colaboración;
3 - que cada
uno
de ellos estime que el éxito de su
cooperación
para la huida será completo si
se
alcanza la libertad de
ambos.
En el primer caso nos hallamos ante intereses coincidentes que
suponen
la concurrencia de dos o más personas. En el segundo caso se dan
intereses
conexos, aquellos que para su satisfacción exigen la mutua
colaboración de
quieres quieren
alcanzarlos;
solo en el tercer supuesto puede hablarse
en
propiedad de intereses comunes, que implican relaciones altruistas e
impulsos
desinteresados
de ayuda mutua entre quienes desean
conseguirlos. Para
Ross en las
circunstancias
de la vida real, los intereses coincidentes o
conexos
responden a situaciones de hecho, mientras que el bien común, es un valor que no
se da
espontáneamente
en la convivencia sino que exige un clima de
solidaridad
colectiva y un
compromiso
social constructivo. (Ross A,
1994)
.
Sí aplicamos el ejemplo de Ross a nuestra sociedad, debemos concluir
que
en ella se pueden encontrar las tres situaciones; hay personas que
pretenden
vivir y resolver sus problema sin contar con los demás; otros entienden
que
solo
colaborando
entre sí
pueden beneficiarse individualmente,
y
otros,
lamentablemente la minoría,
consideran
que lo ideal sería que todos
alcanzaran
el estado de bienestar, cosa que al citado autor le parece utopía.
Esta forma de
comportamiento
lo podemos verificar en nuestra vida diaria
en
el tráfico vehicular,
específicamente
cuando falla un semáforo. Allí nos vamos
a
encontrar que habrá conductores que tratarán de pasar de cualquier manera
sin
importa las
consecuencias
de su acción; otros cederán el paso y pedirán
que
después se lo cedan a ellos, y por último, puede encontrarse también, el
que
considera que, si alguien no se baja del carro para dirigir el tráfico, el
problema
no se resolverá y se pueden producir
accidentes.