CiUDAD GUAYANA: ENTRE LA MUERTE Y LA VIDA.
VAMOS A IMPULSAR?
"Si seguimos con la ley de ojo por ojo terminaremos todos ciegos",
decía
Gandhr cuando
promocionaba
la "no-violencia" como propuesta
política
y propuesta de vida. Junto al rechazo de la violencia, hay que valorar la
vida y la paz, y los métodos pacíficos, y hay que hacerlo
públicamente.
3. Tercero, hay que hacer seguimiento a la violencia y a la
construcción de
espacios de paz. Los estudios son
necesarios
para los planes, los
micras
y los macros: las escuelas, las comunidades, el municipio, requieren de
estudios.
4. La formación y la educación ciudadana. Ciudades de otros países
que
han revertido su realidad de violencia han invertido tiempo, recursos
y
esfuerzos en planes de formación ciudadana. (Jaramillo, 2008)
.
5. "Enredarnos" para la paz y la vida. De manera aislada no se sale de
ningún tipo de violencia, el "atrincheramiento" no ayuda. Las alianzas
son
necesarias, puesto que los factores son múltiples, las causas son múltiples,
no es posible abordarlos todos. Además, los procesos son largos. Por
eso
necesitamos
animarnos unos con otros para continuar y no
abandonar.
En este sentido, hay trabaJo para todo el mundo. Desde la familia
hasta
las autoridades locales, regionales y nacionales, pasando por
escuelas,
universidades, organizaciones comunitarias, iglesias, empresarios,
medios
de comunicación. Defender la vida y promover la convivencia pacífica
tiene
que ser prioridad de Ciudad Guayana. ¿Vamos a esperar ser la
próxima
víctima? Ya estamos siendo
víctimas.
6. Exigir políticas públicas, esto es, planes con medidas a corto, mediano
y
largo plazo, con recursos, monitoreo, evaluación (Perdomo, 2011). En
el
2002 la
Organización
Mundial de la Salud (OMS) declaró a la
violencia
como problema de "salud pública", un problema de salud pública
requiere
de políticas públicas. Los ciudadanos y ciudadanas tenemos que
saber
que la paz es un derecho, la vida es un derecho, el Estado tiene
su
responsabilidad
en la garantía de estos derechos, pero sin
ciudadanía,
es vigorosa difícil que el Estado cumpla con sus deberes. Las leyes no
bastan, deben convertirse en políticas públicas (Pernalete, 2010).