en las ciudades. De manera que a la audacia de poblar –para acompañar unas
presas hidroeléctricas y unas fábricas–, que aquí se llevó a cabo, existió otra,
igual de ambiciosa: construir no un campamento, no un poblado, sino una ciudad.
En ese esfuerzo por construir lo más civilizado desde el inicio, por despojar a la
sabana de lo primitivo y silvestre que aquí había, participó decisivamente el sector
privado. Blanco Rodríguez hace aportes fundamentales con este ensayo: no fue
solo el Estado el que hizo ciudad, sectores de la economía privada, individuos
por su propia cuenta, apostaron a fundar aquí una cultura distinta a la minera, a
la pueblerina y a la típicamente provinciana. Una de las acepciones de provincia
que más me impresiona es la que la define como “lugar de los vencidos”: el
exilio, la expulsión de la ciudad, era una pena ubicada en un peldaño debajo de
la esclavitud, porque arriba, de primera, estaba la pena de muerte. Esta ciudad
se funda con inequívoca ambición citadina, abundan las pruebas, esta que
aporta Blanco es una de ellas. El papel que jugó el Centro Comercial Caroní en
la conformación de una cultura de ciudad es tratado por Blanco Rodríguez con
especial afecto y tino, y al tocarlo introduce uno de los asuntos perennes del
debate de Ciudad Guayana: su vocación citadina en contraste con la ruralización
de Venezuela en estos últimos años, que amenaza con devolver todo a lo agreste
e incivil. Hay un enorme espacio a partir de este trabajo para debatir lo que pudo
ser mejor y debe ser realizado, para rediscutir el desorden urbano, los necesarios
espacios para el arte y las ciencias, la conexión con la era del conocimiento y,
en el fondo, el tema inevitable de la inclusión social y la participación ciudadana.
Tal vez en el terreno social, en la exclusión y en la injusticia hay aquí, en estos
espacios, muchos, tal vez demasiados sueños rotos, pero ese es tema de otra
revista, de otros ensayos por escribir.
Alfredo Rivas Lairet documenta para la historia, en un elocuente, singular e
insoslayable relato qué cosas atrevidas e insólitas tuvieron que realizarse para
consolidar el esencial nervio económico de ciudad, el conocido Plan IV de la
Siderúrgica del Orinoco (SIDOR). La Guerra del Yom Kipur había disparado
los precios del petróleo, el gobierno Venezolano decide apurar los planes de
inversión en la industria pesada del acero, hay fiebre de dólares y palabras en la
sede del poder que proclama la construcción de La Gran Venezuela, Guayana
es privilegiada con la inversión de recursos…pero no hay casas ni hoteles para