Garmendia y Jacinto Fombona Pachano. Sin
embargo, Úslar argumentaba que no hubo un
movimiento literario con originalidad y
estabilidad propias de ser considerado el
patrón dominante de la literatura nacional.
El criollismo, por ejemplo, careció, según
Úslar, de apoyo colectivo y, por lo tanto, no
tuvo gran influencia en el proceso de
búsqueda de una literatura autóctona. No
obstante, el movimiento criollista ofreció,
innegablemente, un posible modelo de
literatura nacional.
La carencia de un modelo de literatura
propiamente venezolana trajo como
consecuencia, según Úslar, una falta esencial
de originalidad en las producciones literarias.
En este sentido, la mayor parte de la literatura
del siglo XIX estuvo orientada hacia la
constante imitación de tendencias literarias
extranjeras. Entre estas referencias a patrones
literarios extranjeros sobresalía el uso del
lenguaje artístico, es decir, la estructura de la
prosa era cuidadosamente escrita con el único
propósito de buscar la belleza del lenguaje
empleado. En “El carácter de la literatura
venezolana” (2008a), Úslar resalta que:
Ha habido en Venezuela un gusto muy
pronunciado por lo florido, por el
ingenio de la expresión, por la belleza
de las formas, independientemente del
contenido que ha traído la curiosa
designación de estilista para destacar a
los que se acercan a ese ideal formal
(Úslar Pietri, 2008a, p. 445).
En el enfoque crítico de Úslar, la literatura del
siglo XIX presentaba, asimismo, una estricta
formalidad. El lenguaje empleado sólo era
comprendido por los más ilustrados,
negándole así, según su perspectiva, el
acceso a la literatura a la mayoría de los
venezolanos. Úslar reflexiona sobre este
tema y destaca lo improbable que resulta, a
partir de su visión crítica, plantearse la
existencia de una literatura venezolana sin
que haya una integración completa entre los
habitantes del país y la literatura. Por estas
razones, Úslar emitió críticas contundentes a
la literatura estilística del siglo XIX: “Es un
gusto por las formas más elaboradas,
preciosas y gratas al oído, que, en no pocas
ocasiones, por culpa del exceso ha llegado
hasta el defecto y el amaneramiento” (2008a,
p. 444).
Como se puede observar, existe un rechazo
por parte de Úslar a la exageración en el
lenguaje literario ya que considera que se
trataría de una imitación banal y vulgar del
movimiento neoclásico que existió después
de la segunda parte del milenio pasado. Aun