bien común desde los valores del
Evangelio.
La pedagogía religiosa de la
formación salesiana tiene su
fundamento en la tríada de las virtudes
teologales: fe, esperanza y caridad. El
cultivo de estas virtudes permite a cada
miembro de la comunidad educativa:
(a) abrirse a una relación personal con
Dios; (b) respetar las posturas religiosas
de los otros; (c) acoger y amar la
verdad; (d) construir su camino de
santidad. Lo espiritual y religioso en
este enfoque se manifiesta en: (a) el
deseo continuo por el diálogo entre fe,
ciencia y cultura; (b) el
redescubrimiento permanente de la
pertinencia y vigencia del Evangelio;
(c) el discernimiento, desde la Palabra
de Dios, de los signos de los tiempos;
(d) los encuentros de interioridad y
oración.
De esta forma, la educación
desde y para lo trascendente, integra la
historia singular de cada uno de los
miembros de la comunidad escolar:
hogar, amigos, relaciones amorosas,
comunidad donde viven, entre otros
aspectos. De modo especial, considera
la capacidad de expresar emociones y
sentimientos de cada persona.
También, entra en juego la cosmovisión
de cada estudiante desde su ser hombre
o ser mujer –psicología personal-;
especialmente, su carga simbólica que
le permite evocar, convocar, provocar,
explorar, sustituir, mediar, unificar,
sanar, socializar, resonar, trascender y
transformar su realidad.
Amar entregándose al servicio del
Otro
En el enfoque educativo
salesiano el amor se traduce en servicio
concreto y singular, expresado en su
máximo principio: amor por el
semejante (hermano) como la más
grande de las obras que todo ser
humano pueda desarrollar. Visto de
este modo, la calidad educativa está
vinculada con los valores y referentes
éticos del Evangelio: solidaridad,
libertad, justicia, respeto, justicia,
compasión, humildad, pureza de
intención, lealtad, entre otros. Donde se
excluye todo castigo, discriminación,
acoso, diferencias, desigualdades,
violencia e inhumanidad.