RECENSIÓN

CARTA ENCÍCLICA LAUDATO SI’ DEL SANTO PADRE FRANCISCO SOBRE EL CUIDADO DE LA CASA COMÚN

LUIS OVANDO HERNÁNDEZ, SJ ovando39@gmail.com

Colegio Loyola - Gumilla Av. Atlántico - Puerto Ordaz Apartado 99

Estado Bolívar 8050

El 24 mayo de 2015 se dio a conocer la segunda Carta Encíclica de Su Santidad papa Francisco, Laudato si’. La Carta Encíclica aborda la cuestión del «cuidado de nuestra casa común» en seis capítulos, valiéndose además de dos oraciones, de apertura y clausura, respectivamente, para consolidar la propuesta pontificia. El capítulo primero se refiere «A lo que está pasando en nuestra casa». El segundo habla del «Evangelio de la creación», estableciendo las bases bíblicas de lo que se pretende tratar. El capítulo tercero, por su parte, presenta «La raíz humana de la crisis ecológica». En el cuarto, se adelanta la propuesta de una «Ecología integral». Por su parte, en el capítulo quinto el Santo Padre ofrece «Algunas líneas de orientación y acción». Por último, el sexto capítulo es una propuesta de «Educación y espiritualidad ecológica».

En los 246 numerales, pues, en que está distribuido el contenido de la Carta Encíclica,  hay  espacio  asimismo  para  dos  sendas  oraciones,  que contextualizan  la  iniciativa  papal:  orar  al  Dios  Creador,  y  remitirnos  a Jesucristo, para quienes profesamos la fe cristiana. Amplitud y especificidad. Jorge Bergoglio no es el primer Papa en tratar la cuestión ecológica. Con Laudato si’, Francisco se suma a la saga de Pontífices que se interesaron por el tema. Ahora bien, en Papa encuadra su Carta Encíclica en el Magisterio Social de la Iglesia, lo hace de modo integral, poniendo de relieve en todo momento lo educativo, lo espiritual y lo práctico de su escrito.

El contenido específico de Laudato sí se halla en su numeral 15: «En primer lugar,  haré  un  breve  recorrido  por  distintos  aspectos  de  la  actual  crisis ecológica, con el fin de asumir los mejores frutos de la investigación científica actualmente disponible, dejarnos interpelar por ella en profundidad y dar una base concreta al itinerario ético y espiritual como se indica a continuación. A partir de esa mirada, retomaré algunas razones que se desprenden de la tradición judío-cristiana, a fin de procurar una mayor coherencia en nuestro compromiso con el ambiente. Luego intentaré llegar a las raíces de la actual situación, de manera que no miremos sólo los síntomas sino también las causas más profundas. Así podremos proponer una ecología que, entre sus distintas dimensiones, incorpore el lugar peculiar del ser humano en este mundo y sus relaciones con la realidad que lo rodea. A la luz de esa reflexión quisiera  avanzar  en  algunas  líneas  amplias  de  diálogo  y  de  acción  que involucren tanto a cada uno de nosotros como a la política internacional. Finalmente,  puesto  que  estoy  convencido  de  que  todo  cambio  necesita motivaciones y un camino educativo, propondré algunas líneas de maduración humana inspiradas en el tesoro de la experiencia espiritual cristiana».

La  concatenación  de  los  capítulos  se  da  gracias  a  ejes  transversales presentes, sosteniendo el punto de vista del Sucesor de Pedro: «… la íntima relación entre los pobres y la fragilidad del planeta, la convicción de que en

el mundo todo está conectado, la crítica al nuevo paradigma y a las formas de poder que derivan de la tecnología, la invitación a buscar otros modos de entender la economía y el progreso, el valor propio de cada criatura, el sentido humano de la ecología, la necesidad de debates sinceros y honestos, la grave responsabilidad de la política internacional y local, la cultura del descarte y la propuesta de un nuevo estilo de vida» (n. 16).

Finalmente, el para qué profundo y definitorio de nuestras vidas, es lo que está a la base de la Carta Encíclica: «Cuando nos interrogamos por el mundo que  queremos  dejar,  entendemos  sobre  todo  su  orientación  general,  su sentido, sus valores. Si no está latiendo esta pregunta de fondo, no creo que nuestras preocupaciones ecológicas puedan lograr efectos importantes. Pero si esta pregunta se plantea con valentía, nos lleva inexorablemente a otros cuestionamientos muy directos: ¿Para qué pasamos por este mundo? ¿Para qué vinimos a esta vida? ¿Para qué trabajamos y luchamos? ¿Para qué nos necesita esta tierra? …lo que está en juego es nuestra propia dignidad... Es un drama para nosotros mismos, porque esto pone en crisis el sentido del propio paso por esta tierra».

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