88
Revista Guayana Moderna
ISSN: 2443-5658
Revista Guayana Moderna, N° 4, Ciepv, Ucab-Guayana, 2016, pp. 88-117
LOS PRIMEROS CINES DE SAN FELIX Y PUERTO ORDAZ.
Alfredo Calzadilla Tessari
RESUMEN
El presente artículo presenta una narración distinta a la historia contada desde lo industrial;
reconstruyendo la memoria colectiva referida a las salas de cine de Ciudad Guayana, muestra otra
perspectiva del desarrollo de la ciudad y del modo de vida de sus habitantes. Aborda parte de la
historia de los espacios de exhibición que aparecieron en los territorios que hoy conforman Ciudad
Guayana durante el período de tiempo que va desde 1928 hasta 1955; tomando como punto de
partida la primera proyección cinematográfica recordada en San Félix (1928) y como punto de
llegada la inauguración del primer cine formal en la nueva ciudad de Puerto Ordaz (1955). La
información se obtuvo a través de entrevistas personales con quienes estuvieron vinculados a
ellas, complementadas con otros documentos e investigaciones previas que versan sobre la
ciudad. En la memoria colectiva persiste la idea de que aquí no había otra cosa para hacer que ir al
cine; a pesar de que existían otras actividades recreativas como clubes de lectura, de baile y
torneos deportivos, el cine se mantenía como una actividad cultural de encuentro importante. Es
posible que esta creencia tenga que ver con el hecho de que otros medios de comunicación, como
la radio y la televisión llegaron con demasiada demora; la primera emisora radial se instala en 1966
y la televisión llega en 1972 con señal en diferido, por lo que el cine fue el rey en cuanto a
entretenimiento de medios de comunicación. Incluso en la actualidad, ir al cine sigue siendo una de
las principales actividades recreativas de diversos grupos de guayacitanos. Iniciativas de
ciudadanos que buscan el rescate de espacios “soñados” como el cine del Centro Cívico, a más de
50 años de su fundación, son una muestra palpable de la importancia conferida a esta actividad.
Palabras clave: Cine, Ciudad Guayana, siglo XX, modos de vida.
Key words: Cinema, Ciudad Guayana, 20th Century, ways of life.
Correo electrónico:
Recibido: 02-03-15
Aprobado: 17-02-16
shuevo@gmail.com
89
Revista Guayana Moderna
ISSN: 2443-5658
La historia de Ciudad Guayana se ha construido, sobre todo, mirando su
desarrollo industrial y el impacto que la actividad de las empresas básicas ha
tenido sobre sus habitantes y el resto del país. Una historia que da fe del impulso
económico de este llamado “polo de desarrollo”, “la alternativa no petrolera” de
Venezuela. Una ciudad industrial erigida en medio de imponentes bellezas
naturales, enclavadas en la confluencia de los ríos Orinoco y Caroní.
Sin embargo cabría la pregunta, ¿son las dinámicas económicas e
industriales las únicas que merezcan ser relatadas como nuestra “historia de
ciudad”? Sería necio negar que han sido el génesis y motor de lo que sucede aquí
en Ciudad Guayana. La pregunta apunta s a poner sobre la mesa aquellas
dinámicas que han definido nuestro estilo de vida; y también, los lugares en los
que se han desarrollado esas dinámicas, además de las empresas.
Maurice Halbwachs, sociólogo francés que ha dedicado gran parte de su
obra al estudio de la memoria colectiva, propone que los espacios físicos donde
nos desenvolvemos como sociedad y las imágenes que guardamos de ellos son
tan importantes como las cosas extraordinarias que han sucedido esos espacios.
No se refiere solo a la interacción obvia entre las personas y los lugares,
edificaciones, cosas materiales, sino al significado que genera tal interacción que
termina creando vínculos entre quienes conforman determinado grupo social
(1968, pp. 131-134).
Cuando ese conjunto de imágenes y recuerdos conservados por el grupo,
sea una familia, miembros de una comunidad o habitantes de un país, son
también transmitidos hacia otros espacios geográficos y otras generaciones,
podemos decir que se va conformando la historia de dicho grupo. Bernard Lewis
clasifica la historia en 3 tipos: La “historia recordada” sería la que permanece en la
memoria colectiva de la gente, transmitida generacionalmente o escrita de alguna
manera. La “historia rescatada”, que sería la reconstrucción de hechos, personas
o ideas que por alguna razón han quedado fuera de los recuerdos de un grupo
social y que se “rescata” por medio de investigaciones académicas o
arqueológicas. Por último estaría la “historia inventada” que puede ser inventada
90
Revista Guayana Moderna
ISSN: 2443-5658
literalmente con algún objetivo particular, o puede ser producto de posibles
imprecisiones en los recuerdos e interpretaciones de ciertos eventos (1976, p. 5)
1
.
Cuando el Instituto de Investigaciones de la Comunicación de la
Universidad Central de Venezuela (ININCO) estudiaba la posibilidad de crear un
sistema de radiodifusión educativa en Ciudad Guayana a finales de la década del
70, registraba en su informe 12 salas de cine entre San Félix y Puerto Ordaz; un
par de esas salas tenían más de 20 años funcionando y habían sido referencia
importante de la vida social y cultural de nuestras ciudades. Sin embargo, más allá
de ese informe no hay mayor registro sobre esas salas. Si hacemos un sondeo
rápido entre los habitantes de Ciudad Guayana con edad para recordarlas, la
mayoría nombrará vagamente unas 3, posiblemente 4; las salas de cine de
nuestra ciudad han quedado relegadas, sobreviviendo solo en el recuerdo de
quienes las frecuentaron en su momento. Así, los más jóvenes no conservan
registros de las salas que existieron antes de ellos. Solo los abuelos recuerdan,
algunos con más lucidez que otros.
La falta de registro para las generaciones más jóvenes se agrava cuando
los espacios en los que funcionaron estas salas ni siquiera existen en la
actualidad; con esto no queremos significar que se les han dado otro uso a los
locales, es que en algunos casos fueron demolidos los locales y nada se ha
erigido en sus lugares. Sumados, la no-convivencia de espacios entre
generaciones y la ausencia de material registrado sobre estos espacios dificultan
la conciencia de una historia común, que nos ayude a conformar esa identidad
guayacitana (sea habitante de San Félix o Puerto Ordaz), esa historia común que
a menudo reclamamos.
1
A este respecto encontramos el experimento de Wade, Garry, Read y Lindsay en 2001,
en el que luego de mostrarle a unas 20 personas 4 fotos de su infancia, entre las cuales una era un
montaje mostrando una escena que nunca había sucedido, aproximadamente la mitad de ellos
afirmó recordar tal evento, y podían incluso describir sensaciones. Esto viene al caso de los riesgos
de la historia que se escribe con testimonios orales, a la luz de recuerdos lejanos, que nadie se
había interesado en rescatar, y que luego de tanto tiempo podrían confundirse con otros recuerdos,
incluso épocas. El artículo publicado por Psychonomic Bulletin & Review es disponible en
http://web.uvic.ca/~slindsay/publications/2002WadGarReadLind.pdf
91
Revista Guayana Moderna
ISSN: 2443-5658
Yosef Yerushalmi sostenía que “un pueblo ‘olvida’ cuando la generación
poseedora del pasado no lo transmite a la siguiente, o cuando ésta rechaza lo que
recibió o cesa de transmitirlo a su vez, lo que viene a ser lo mismo” (2010).
Pudiera uno preguntarse, ¿en qué momento la gente de la ciudad decidió que las
salas de cine eran prescindibles en nuestra historia local? Por vía contraria, la
pregunta podría ser la siguiente: ¿Por qué deberíamos recordar la historia de las
salas de cine en Ciudad Guayana? Las respuestas podrían ser muchas,
comenzando por el antojo y la buena gana de rememorarlas. Particularmente,
siendo la proyección de películas la primera (y por algún tiempo, la única)
actividad de entretenimiento planificada de Puerto Ordaz, sugiere que alguien le
dio la suficiente importancia como para que valga la pena recordarlo; y no sería
erróneo decir que ir al cine sigue siendo una de las principales actividades
recreativas de los guayacitanos, a pesar de que contamos con tan solo un
establecimiento multiplex. En el caso de San Félix, más antigua, al momento de la
fundación de Puerto Ordaz en 1952 ya tenía 3 salas de cine.
También podríamos tomar la posición de Halbwachs cuando plantea que si
los objetos (que pueden ser las salas de cine, en nuestro caso) nos recuerdan los
modos de vida común a ciertos grupos, “y cuando analizamos este conjunto,
cuando nuestra atención se centra en cada una de sus partes, es como si
disecásemos un pensamiento en que se confunden las aportaciones de diversos
grupos (1968, p. 132). Podríamos entender que reconstruyendo la memoria
colectiva referidas a las salas de cine de Ciudad Guayana podemos también ver
ese desarrollo de la ciudad y el modo de vida (en parte) de sus habitantes a través
de ellas. En otras palabras, ver la ciudad desde de los espacios de exhibición
cinematográficas, para aportar otro punto de vista al ya conocido enfoque
“industrial” de nuestra historia.
En estas páginas se expondrá parte de la historia de los espacios de
exhibición que aparecieron en los territorios que hoy conforman Ciudad Guayana
durante el período de tiempo que va desde 1928 hasta 1955; tomando como punto
de partida la primera proyección cinematográfica recordada en San Félix en la
92
Revista Guayana Moderna
ISSN: 2443-5658
primera fecha, hasta la inauguración del primer cine formal en la nueva ciudad de
Puerto Ordaz en la segunda. Los relatos de las historias de estas salas es
producto, primordialmente, de la memoria de quienes estuvieron vinculados a ellas
de alguna manera, y fueron obtenidos a través de entrevistas personales: Carlos
Bello, hijo de Don Enrique Bello y vecino del Cine Fénix, Carmen “Cachicha”
Rivas, hija de Manuel Rivas, quien fue dueño del Cine Piar, Héctor Núñez,
proyeccionista del patio de la Orinoco Mining Company, Rafael García, cartelista y
proyeccionista del Cine Principal, y Homero Hernández, cronista popular de San
Félix. Estas memorias se contextualizan con otros documentos e investigaciones
previas que versan sobre la ciudad, algunas que exploran igualmente otros
fragmentos de la memoria colectiva de Ciudad Guayana, no referidos
necesariamente a las proyecciones cinematográficas, sin embargo hacen alguna
mención a dinámicas de la ciudad que se convierten en visiones complementarias
de esta investigación.
LA VIEJA CIUDAD DE SAN FÉLIX.
El cine, como actividad no sólo de recreación sino también comercial, tuvo
una considerable importancia en el pueblo de San Félix de primera mitad del siglo
XX. Inicialmente fundada como Puerto de Tablas, su importancia no solo venía
por ser la salida de la producción del sur del estado Bolívar que surtía mercados
antillanos y europeos, tanto de la minería aurífera y el balatá como también de
ganado y cueros. Es acaso por este tráfico naviero, que llega a ser bastante
movido, incluso desde la segunda mitad del siglo XIX, según cuenta Leopoldo
Villalobos en su libro Santo Tomé de Guayana: Historia y Desarrollo”, que
muchos pobladores y comerciantes, tenían más contacto con las tendencias
europeas que con el resto del país (como se citó en Viera, Rincones y Pérez,
2006). Sin embargo, esta misma cualidad de puerto no hizo que San Félix se
asentara como un núcleo urbano en crecimiento. No es sino hasta el
descubrimiento del Cerro El Florero en 1926 (posteriormente llamado Cerro El
Pao) cuando la mirada del país comienza a dirigirse hacia esta zona, viéndola
93
Revista Guayana Moderna
ISSN: 2443-5658
como un polo de desarrollo económico de grandes expectativas; además de los
planes de explotar la cuenca del río Caroní con proyectos hidroeléctricos.
Entonces, comienzan a aparecer pequeños grupos de poblaciones más
estables, migraciones de familias que venían del interior de Bolívar, como Upata,
Guasipati, El Callao y también de Margarita, Cumaná, Maturín, que se convirtieron
en esa élite de comerciantes que harían de San Félix una ciudad promisoria. Una
de las actividades comerciales y sociales de esos os fue precisamente el cine.
Aunque de visos caseros, los primeros, y luego más formales, la calle Orinoco fue
la preferida para instalar estos primeros espacios de exhibición. Desde una
proyección de una noche en el negocio de Enrique Bello hasta un cine a orillas del
río. Lamentablemente no quedan muchos registros formales de estos, y los
pioneros ya no viven para contarnos de primera mano los detalles. Quedan los
hijos y las personas que vivieron, al menos, una parte de la historia posterior. En
este artículo se deja registro de sus memorias, recogidas más que todo a través
de sus testimonios orales, y a través de ellos ver cómo la dinámica de la calle
Orinoco del centro de San Félix hizo que surgieran y también acabaran esas salas
de cine.
LA CALLE ORINOCO
La calle Orinoco es la primera del “centro” de San Félix, más cercana al río,
y va desde la esquina inferior del Edificio de la Alcaldía de Caroní (este) hasta que
se conecta con la Avenida Bolívar (oeste), que recorre lo que hoy es el Malecón
de San Félix. Si encomillamos la palabra “centro” es porque debemos poner en
perspectiva urbana el mismo: lo que hoy es popularmente llamado “el centro” de la
ciudad de San Félix es todo ese cuadrante que va desde la calle Orinoco hasta la
Av. Guayana hacia el sur, y desde la carrera Gerónimo hasta la calle Páez hacia el
este; pero durante más de la mitad del siglo XX, cuando San Félix no era más que
ese cuadrante, el centro estaría en lo que es hoy la Calle Ramírez, y la calle
Orinoco era el extremo ribereño.
94
Revista Guayana Moderna
ISSN: 2443-5658
Es difícil determinar el año de “construcción de la calle”, pero por
referencias encontradas en los libros de historia podemos suponer que esta calle
existe desde que se estableció el embarcadero de Puerto de Tablas “a orillas del
Orinoco por su margen derecha, cerca de donde hoy está el monumento al
General Manuel Piar” (Pereira, 1984, p. 16), y que posteriormente se oficializaría
como población en 1841 con la ordenanza de la diputación provincial de Guayana
con el nombre de Parroquia Civil Puerto de Las Tablas. La dinámica del
embarcadero haría que a lo largo de la calle se fueran estableciendo locales como
la Aduana, y la Oficina de Navegación. Siendo un punto de intercambio de
mercancía, se entiende que es natural que también se instalara un mercado
popular. Por la calle Orinoco se llegaba al centro de San Félix desde
asentamientos como Palúa, por donde también se venía la gente de El Pao (Rojas
y Sánchez, 2004).
Figura 1. Mapa actual de San Félix. El cuadrado rojo enmarca lo que hoy es
popularmente conocido como el “centro” de San Félix Cortesía de Gerardo
Hoogensteyn.
95
Revista Guayana Moderna
ISSN: 2443-5658
Las casas que se construyeron a lo largo de la calle se convirtieron en los
principales negocios de San Félix, que sumados a la actividad del mercado y el
embarcadero hicieron que la calle Orinoco se convirtiera en la calle comercial por
excelencia. De hecho, la ubicación del puerto a la altura de la Plaza Piar, y el
mercado a unos pocos metros a la izquierda de la misma “placita” concentraron un
movimiento importante alrededor de las esquinas que hacían las calles Rivas, Piar
y Chipia con la calle Orinoco.
Uno de los comerciantes más representativos de principios del siglo XX era
Don Enrique Bello, que había instalado su casa familiar y negocio en la esquina de
la calle Orinoco con Piar. La de los Bello era, como muchas de la época, una
casa-patio que tenía un almacén de ventas de muchos productos, como telas,
zapatos, enseres y bodega, que era la parte de la casa que hacía propiamente
esquina con la Piar; este era una especie de largo corredor, al que se entraba por
4 puertas que daban a la calle Orinoco. Hacia la calle Piar también había una
puerta que daba con la sección de la bodega. Al lado de la bodega estaba el
depósito con toda la mercancía, y detrás del depósito estaba la fábrica de
refrescos de Enrique Bello, que tenían por nombre “Refrescos La Llovizna”.
Extendiéndose por la calle Orinoco, al lado del almacén había una puerta que
daba a un zaguán, que era s un pasillo que llevaba al patio de la casa, y luego
de esta puerta estaba la casa de la familia.
Figura 2. Plano del centro de San Félix y dónde se ubicaron los primeros cines,
intervenida por el autor.
96
Revista Guayana Moderna
ISSN: 2443-5658
Cuenta Alcides Pereira en sus Crónicas Pretéritas de la Ciudad de San
Félix que la primera proyección cinematográfica que vio San Félix se hizo en ese
patio casero de Enrique Bello, hacia 1928, iniciativa de unos hermanos franceses
de apellido Perruolo. Pereira no cuenta el detalle en su libro, pero al perecer esa
fue la única función luego de un incidente que no le gustó al dueño de la casa; y
no sobreviven testigos de esa noche que puedan ampliar el cuento
2
. La
importancia de esa noche de proyección, es que las próximas experiencias
cinematográficas buscarán repetirse con el mismo modelo: en patios de casas
familiares. Es el caso del segundo intento de los Perruolo, en el patio de la casa
de Ernesto Reyes, en la esquina de la calle Sucre, frente a lo que hoy es el edificio
de la Cámara Municipal de Caroní.
EL CINE QUE RENACE DE SUS CENIZAS
Justo frente a la casa de Bello, en la casa de José Eusebio Osuna se
instala el Cine Bar Radio, según lo registra Alcides Pereira, y hacia 1938 se
convierte en el Cine Fénix, de la mano de su hermano, Ramón Astudillo. Es
curioso el nombre de este cine, Pereira anota que se llamó así luego de problemas
con el Cine Bar Radio, que Astudillo logra rescatar y le cambia el nombre a “Cine
Fénix”, así que podría tomarse como una referencia al ave mítico que renace de
sus cenizas luego de consumirse en llamas; resulta aún más curioso cuando el
Cine Fénix se incendia en 1940.
El “Fénix” se había levantado en el patio de la casa de Osuna, como ya se
había visto en el patio de Reyes, pero ahora, se trataba de un espacio remodelado
y adaptado para tales proyecciones. Había una división entre el espacio de palco y
galería. La zona de palco, la más cara, estaba ubicada justo frente a la pantalla,
2
Carlos Bello, uno de los hijos de Don Enrique, no había nacido cuando ese “cine de una
noche”. De lo que da fe es del carácter volátil de Don Enrique, que cuando no le gustaba algo,
cambiaba de opinión y daba fin abruptamente a cualquier iniciativa; por lo tanto no duda que así
haya pasado con el cine y los Perruolo.
97
Revista Guayana Moderna
ISSN: 2443-5658
eran los primeros puestos, y a esta sección se entraba por la puerta que daba a la
calle Orinoco. La zona de galería, que costaba la mitad, se ubicaba detrás de
palco, y se entraba por una puerta que daba a la calle Piar. Lo que separaba a
palco de galería era solamente una cerca de madera que era tan alta como las
sillas; sin embargo recuerda Carlos Bello, hijo de Enrique Bello y vecino del Cine
Fénix, que nadie se saltaba de un lado a otro, no solo porque había vigilancia en
ambas zonas, sino porque “entonces la gente respetaba”. El gran “adelanto” que
tenía el Cine Fénix era un ventilador para refrescar un poco al público que asistía.
Al cine se iba a pie, en aquellos tiempos no había tanto parque automotor, y
en el centro de San Félix todo quedaba “relativamente cerca” como para poder
caminarlo. Estamos hablando de 1.300 habitantes, aproximadamente, según el
censo nacional de 1941. Las calles de San Félix eran empedradas y tenían un
canal por el medio por el que corría el agua cuando caía la lluvia, por ejemplo, y
desembocaban en la calle Orinoco. Pero la Orinoco pronto fue de piedra molida y
compactada, sin canal en medio, sino que en una de las calzadas tenía un canal
que pasaba por debajo de la calle hacia el otro extremo y luego seguía camino
hacia el río. Aceras había si el dueño de la casa construía una, por lo que la gente
solía caminar por medio de la calle, lo que era posible gracias al poco número de
autos que había.
El Cine Fénix tuvo su auge hasta que los Osuna se mudan de San Félix a
Caracas. El trabajo fuerte de Osuna no estaba precisamente en el cine, sino en la
Oficina de Navegación, así que cuando la cierran, Osuna se muda. Sin embargo,
se queda Jo Miguel Gruber como administrador; en principio, también estuvo
Manuel Rivas como socio cuando le cambiaron el nombre a Cine Bolívar, que fue
el último nombre con el que se le conoció hasta entrada la década del ’60. Pero la
calidad del local no era la mejor; cuenta Rafael García que fue en este cine donde
Manuel Felipe Parra pisó sin querer unos restos de espaguetis mientras salía de la
sala, y su molestia fue tal que decidió montar su propio cine, con la promesa de
que fuera “de calidad”, pero nos referiremos a esa promesa más adelante.
98
Revista Guayana Moderna
ISSN: 2443-5658
ANEGADO Y CON PLAGA
Hacia el año 1950, llega a San Félix la familia Rivas y se instala en la calle
Orinoco, pero del lado que da hacia el río, casi al frente de la casa de los
Toussaint en la esquina con la calle Rivas, donde funcionaba también la bodega
“El Esfuerzo”. El Sr. Manuel Jacinto Rivas, cabeza de la familia, compra una casa
que queda justo detrás del mercado, y enseguida comienza a remodelar el patio
para convertirlo en un cine. Los Rivas venían de El Palmar, donde el Sr. Manuel
ya estaba dedicado al negocio de la proyección de películas con el Cine Carmen;
así que sabiendo del negocio, construye el cine familiar a orillas del río, el Cine
Piar.
Decimos que el “Piar” nació como un cine familiar, pues al principio quienes
atendían el cine eran sus propios hijos; Carmen, la menor, era la portera,
Leonardo ayudaba en la venta de tickets y en el intermedio vendía las chucherías
al público, y Pablo Elías, a quien llamaban “Paíto”, era el encargado de la
proyección por ser el mayor. El cine se había construido en lo que era el patio de
la casa, y al igual que para la función de una sola noche de Enrique Bello o el cine
en el patio de Ernesto Reyes, la entrada al Cine Piar era por un zaguán que
llevaba bien al comedor de la casa de los Rivas por una puerta, o al cine por la
otra; de hecho, desde el comedor de la casa se podía ver perfectamente la
pantalla. Afuera, al lado de la taquilla, estaba ubicada la bodega, que atendía el
mismo Manuel, y que cerraba un poco antes de las 7:00pm, cuando comenzaba la
primera función. También había proyección a las 9:00pm. A diferencia del “Fénix”,
en el Cine Piar el área más cerca de la pantalla era la galería popular, con bancos
de madera y sin respaldar. El palco estaba detrás de la galería y tenía sus sillas, y
además estaba techado. Había un área del palco que estaba al lado del comedor
de la casa y que se conocía como el “Palco Rivas”, que era un área reservada a
los dueños de la casa. Una función llena contaba unas 200 personas.
En el Cine Piar se vieron sobre todo películas mexicanas, como las de Tin
Tan y Cantinflas, y las vaqueras norteamericanas. Pero si algo caracterizó a este
99
Revista Guayana Moderna
ISSN: 2443-5658
cine, y es lo primero que recuerdan si le preguntan a alguien contemporáneo, es
que cada vez que había una crecida del Orinoco, el agua se filtraba por la pared
más cercana al río e inundaba la galería hasta la altura de la pantalla. Los pisos de
estos cines eran de cemento y planos, sin inclinaciones; el primer cine cuyo piso
era inclinado para facilitar la vista de los asientos traseros fue el Cine Principal.
Pero en el piso anegado del Cine Piar solo había agua en galería y aun así había
función. Y con el tema de las inundaciones por la crecida, o incluso por las lluvias,
hay cuentos bastante jocosos más allá del hecho mismo de un cine anegado; por
ejemplo, Rafael García, quien fuera proyeccionista del Cine Principal, cuenta que
cuando pasaron Tarzán, con John Weissmuller, los cocodrilos de la película se
reflejaron en el charco que se formó debajo de la pantalla, dándole un buen susto
a los que estaban en las primeras filas.
La cercanía al río y sus crecidas no eran lo único que podía molestar; el no
tener un techo que cubriera completamente el local permitía que los mosquitos
entraran entre las 6 y 7 de la noche. Cuenta Carlos Bello, que como travesura
algunos muchachos se llevaban tela de mosquitero y bombas de “fli”
3
, una para
protegerse de la plaga, pero sobre todo para hacer chanzas con el tema de la
plaga. A pesar de lo incómodo que pueda sonar la experiencia del Piar, recuerda
Carmen Rivas que, en oportunidades, algunas personas que recién llegaban a
San Félix buscando trabajo y que no conseguían dónde pasar esa primera noche,
pedían permiso para quedarse durmiendo en las sillas del palco, que tenían techo
y resguardaban un poco del frío, a lo que el Sr. Rivas accedía.
Lamentablemente, un impasse con el dictador Marcos Pérez Jiménez por el
otorgamiento de unas tierras hicieron que Manuel Rivas y su familia tuvieran que
huir a Ciudad Bolívar para esconderse de la Seguridad Nacional, después de
1952. El cine lo dejaron a cargo de un cuñado de Rivas, Ramón “Mozo” Almedo, y
luego Horacio Figarella, quien lo administró y además hacía el perifoneo de las
3
“Flit” era la marca de un rociador insecticida casero, muy popular, que se vendía en lata y
que se ajustaba a una bomba atomizadora para rociarlo. Aunque el producto “Flit” desaparecdel
mercado hace muchos años, la pronunciación “fli” se puede escuchar en muchos casos como
sinónimo de “insecticida”, así como “baigón” ha llegado a significar “matacucarachas”.
100
Revista Guayana Moderna
ISSN: 2443-5658
películas que proyectarían. Rivas y su familia regresan al terminar la dictadura en
1958 para instalarse en Puerto Ordaz, pero no vuelven a tener relación con
actividad cinematográfica alguna. El Cine Piar cerró sus puertas en 1968.
LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ
Cuando uno pasa actualmente por la calle Orinoco es difícil imaginarse una
calle con tanta vida y prosperidad. El mayor movimiento que se puede ver es en la
entrada posterior del Edificio de la Alcaldía de Caroní, al inicio de la misma. ¿Qué
pudo pasar para borrar así el movimiento de la otrora calle comercial por
excelencia de San Félix? Pudiera ser la mudanza del mercado municipal y el
desarrollo de otras vías de comunicación que hicieron innecesario el puerto y la
aduana.
El crecimiento vertiginoso de San Félix desde la instalación de las
compañías del hierro desde finales de la década de los 30 se multiplica luego de la
fundación de Ciudad Guayana, uniendo en una sola entidad a San Félix y Puerto
Ordaz en 1961. Contrario de lo que sucedía en Puerto Ordaz, el asentamiento
poblacional fue más desordenado en San Félix debido a que allí llegó la mayor
cantidad de migrantes del resto del estado Bolívar y también del oriente del país.
La oficina de Planificación Urbana de la Alcaldía de Caroní contabilizó la creación
de 16 nuevos barrios en el periodo comprendido entre 1935 y 1951, contra 28
nuevos barrios desde 1952 hasta 1969
4
. Esto sugiere que la pequeña pero movida
dinámica comercial de la Calle Orinoco ya no daba abasto para tanta población.
Con las nuevas urbanizaciones en desarrollo, las familias que otrora se
habían instalado en el centro de San Félix, más allá de la calle Bolívar, fueron
migrando a nuevos sectores, más modernos, dando paso a locales comerciales
donde hasta entonces habían estado sus casas familiares. La actividad comercial
4
Datos del trabajo de campo encabezado por María Nuria De Cesaris, en la oficina de
Planificación Urbana de la Alcaldía de Caroní.
101
Revista Guayana Moderna
ISSN: 2443-5658
se muda paulatinamente a otras calles como la Bolívar, la calle Mariño, o la calle
Ramírez. El golpe más duro a la vida de la calle Orinoco, a juicio de Homero
Hernández, antiguo cronista de San Félix, fue la mudanza en 1969 del Mercado
Municipal que estaba al lado de la Plaza Piar al terreno donde se encuentra
actualmente, cerca del actual terminal de ferrys y chalanas donde comienza la Av.
Manuel Piar.
Ninguna de las edificaciones donde se desarrollaron estas proyecciones
sigue en pie. La casa de Don Enrique Bello fue dividida entre varios hijos y la
famosa esquina donde estaba el almacén comercial ahora es un terreno sin
construcción que sirve de patio frontal a una casa muy humilde, sin rejas ni
demarcación de ningún tipo, solo restos de un piso de cemento a pedazos. Lo
mismo con la casa que fuera el Cine Fénix y luego Cine Bolívar, ahora es un
terreno de tierra, con una cerca de alambre, sin ningún uso reconocible. El lugar
donde estaba el Cine Piar es simplemente monte. La calle Orinoco actualmente le
sirve de entrada al estacionamiento del malecón de San Félix, un malecón que a
pesar de los esfuerzos de la municipalidad no ha logrado devolverle esa mirada al
río, al que en algún momento decidimos como ciudad darle la espalda.
Figura 3. La calle Orinoco a finales de los años 80 (Detalle) - Fototeca de la CVG,
intervenida por el autor.
102
Revista Guayana Moderna
ISSN: 2443-5658
CINE EN EL PATIO
El 9 de febrero de 1952, el Coronel Luis Felipe Llovera Páez preside el acto
fundacional de Puerto Ordaz, la ciudad que servirá de base de operaciones para el
desarrollo de la industria siderúrgica nacional, en primera instancia con la
transnacional Orinoco Mining Company (OMC). Apenas un mes después llega
ctor Núñez, chileno, como chofer sustituto de un camión que transportaba
explosivos desde Caracas, y con esa se queda. Cuenta Núñez que llegó a una
tienda de campaña ubicada en el Patio de Almacenamiento, que daba justo a la
confluencia de los ríos Orinoco y Caroní, y al día siguiente fueron trasladados a las
barracas de trabajadores.
En ese momento Puerto Ordaz era solo un movimiento de tierra en medio
de una gran floresta. Había unas barracas donde funcionaban las oficinas
ejecutivas, y apenas se comenzaba a construir las casas de los ejecutivos de la
Orinoco Mining en el Campo C y más barracas para los trabajadores. Muchos
ejecutivos y empleados tenían que alojarse en Ciudad Bolívar y trasladarse todos
los días para la jornada laboral. La mayoría de los obreros se residenciaba en
San Félix o en Castillito, que para entonces no era más que un caserío muy pobre.
Al mismo tiempo que se construyen las oficinas y las primeras viviendas, la
OMC piensa también en áreas y edificaciones para esparcimiento y recreación. Es
bueno recordar que a diferencia de la Iron Mines, que se había instalado en San
Félix, que ya estaba poblada con anterioridad, la OMC no se instala solo como
una gran empresa sino con un plan de ciudad por delante. En junio de ese mismo
año, la compañía inaugura la cantina. Sería un local relativamente pequeño,
ubicado en el terreno por donde hoy pasa la Carrera Upata, a la altura de la
Librería Latina. Aparte de vender chucherías, refrescos y cervezas, también se
recibían y enviaban correos, y se “mandaba” la ropa a la lavandería. El primer
encargado de la cantina resultó ser el señor Héctor, que según él mismo cuenta,
posiblemente haya sido porque pudo conversar a menudo con los gringos de la
103
Revista Guayana Moderna
ISSN: 2443-5658
compañía con el muy poco inglés que sabía y les habría caído en gracia. Una de
las tareas que le asignaron fue la proyección de películas.
Las proyecciones no se hacían en la cantina, sino en un patio que se
extendía al lado de la cantina, entre la actual calle Guasipati y el Centro Comercial
El Trébol
5
, donde había unos bancos (que ni siquiera sillas en ese momento), y
podían reunirse unas 100 personas, aproximadamente. Una vez a la semana,
llegaba un camión de doble tracción con mercancía, correos y los rollos de la
película que “tocaba” proyectar. Según la publicación semanal El Minero que
publicaba la OMC, las películas eran seleccionadas por un comité entre un listado
de títulos que enviaban las distribuidoras en Caracas; el comité escogía varias
opciones y, de acuerdo a la disponibilidad y cronograma de llegada, las
distribuidoras enviaban los rollos.
Todos los sábados ñez colocaba el proyector Bell & Howell de 16mm en
el patio y comenzaba la función alrededor de las 5 y media de la tarde; había que
hacerlo temprano, porque el proyector funcionaba con la electricidad que
generaba una planta cercana, pero el patio no tenía faros ni bombillos, así que una
vez finalizada la película, no había más qué hacer en el patio. Quienes asistían
eran básicamente los trabajadores residenciados en las barracas del campamento
y los ejecutivos que comenzaban a instalarse en las casas recién construidas en
los Campos C y B. Los obreros que venían de San Félix debían regresar
temprano, pues entonces no había donde quedarse, y el tráfico de lanchas en el
Caroní era bastante reducido. Núñez recuerda que en las primeras de cambio, por
la misma hora de proyección, que solía coincidir con finales de la jornada laboral,
muchos iban en ropa de trabajo, sucios y sudados. Y algo que podía ser bastante
peculiar era que el público del cine era, sobre todas las cosas, masculino: había
solo tres mujeres en todo el campamento, que eran una enfermera y dos
secretarias ejecutivas, que no siempre se quedaban para la función ya que no
5
Hay imprecisiones respecto al lugar exacto. Algunos ubican este patio en los terrenos de
lo que hoy es el Centro Comercial El Trébol I, mientras que otros lo ubican donde está la tienda de
ropa “La Perla”.
104
Revista Guayana Moderna
ISSN: 2443-5658
dormían en el campamento, sino en Ciudad Bolívar, y el retorno a altas horas de la
noche podía ser complicado. En esos casos, quienes se quedaban a ver la
película tenían que pernoctar en San Félix.
Para llegar a la cantina podían usar los autobuses de la compañía, que
cubrían rutas entre las distintas dependencias del campamento, pero muchas
veces tocaba ir a pie. Los caminos eran de tierra y arena. Una vez allí compraban
las cajas de cerveza para llevarlas al patio y tomarlas durante la película. El
problema era que no había cómo mantenerlas frías una vez que salían de la cava
de la cantina, así que terminaban tomando cervezas bastante calientes, ya a mitad
de película. A diferencia de los cines de San Félix que tenían 2 proyectores de
35mm en cada sala y un asistente para que no se notara el cambio de cintas, en el
patio solo tenían un proyector y un operador, así que cuando se acababa un rollo
había que parar un momento, cambiar la cinta y continuar.
Núñez estuvo encargado de la cantina y el cine semanal durante 8 meses y
luego fue transferido a la cantina del campamento de Ciudad Piar, donde también
tenían proyecciones semanales, pero ya no al aire libre, sino en un local techado y
cerrado. Regresó en 1956 a Puerto Ordaz, pero ya con otras responsabilidades
ajenas a la proyección. Al cargo de las proyecciones estuvieron el señor Desiree
Maestracci y Olaf Lehmets; este último se incorpora como operador voluntario
para mantener una segunda proyección semanal.
Pero a medida que avanzaba la construcción de viviendas iban mudando a
los empleados que se alojaban en las barracas, compartidas con los compañeros
de trabajo, a las nuevas casas con sus familias. Las dinámicas del cine comienzan
a cambiar ligeramente, al ser no solamente una actividad recreativa para los
trabajadores sino también para sus familias. Como las proyecciones se hacían al
aire libre, comenzó a ser frecuente ir en carro y ver la película desde el asiento del
carro. Esto sucedía también porque muchas veces los padres tenían que llevarse
a los hijos pequeños que finalmente se quedaban dormidos en el asiento trasero.
También era posible encontrarse con una madre sola con sus hijos, cuyo esposo
cumplía guardia laboral en alguna dependencia de la empresa. El de los carros en
105
Revista Guayana Moderna
ISSN: 2443-5658
el cine del patio fue un tema que ocupó centimetraje en las cartas al editor de El
Minero”. En la edición del 17 de julio de 1954 alguien escribe:
Querido editor: Me pregunto si las personas que van a las
películas y estacionan sus carros cerca y alrededor de la
caminería de entrada se dan cuenta de que hay varios padres y
madres que tienen que sentarse en sus carros para ver la
película porque tienen a sus pequeños hijos durmiendo en los
asientos traseros?
A menos que vayamos terriblemente temprano, tenemos que
hacer doble fila de estacionamiento o tratar de ver a través de los
carros.
Estoy segura de que si todos los que van a ver la película se dan
cuenta de la situación, no les importaría estacionarse a unos 5 o
7 metros más allá y así las auto-niñeras tendremos una mejor
vista de la película y podremos escucharlas claramente.
Cordialmente, una auto-niñera.
6
Causa gracia como la misma persona que escribe se autodenomina “auto-
niñera”, siendo la misma madre. Sin embargo, el tema de los niños durmiendo en
el asiento trasero del carro en horas de la noche geneuna respuesta como la
que sigue, de parte de otra madre asidua a las proyecciones:
¿No creen que los niños estarían mejor si se quedan en casa, en
una cama cálida y cómoda, en vez de tenerlos afuera en las
noches húmedas y tan frías que hemos tenido últimamente?
6
“Today’s Mail” en “El Minero”, Vol. 1. No. 4, 17 de julio 1954, pp 2. (Traducción del inglés
por el autor)
106
Revista Guayana Moderna
ISSN: 2443-5658
Creo que nosotras las madres deberíamos hacer todo lo mejor
para nuestros hijos, y ciertamente no hay mejor lugar para un
niño pequeño que una cálida cama en las noches.
Siempre hay una solución para todo, así que por qué no sugerir
que la "auto-niñera" se quede en casa con los pequeños en la
noche mientras su esposo va al cine, y él se quede en casa para
la próxima, como hacemos nosotros.
Cordialmente, una madre con tres hijos.
7
Valdría la pena mencionar que en ambos casos la respuesta del editor fue
empática con las “auto-niñeras”, aunque sugirió la creación de un grupo de
“niñeras” entre las adolescentes del campamento que permitiera a las parejas o a
las madres solitarias- disfrutar un buen rato de una película, cosa que no está
registrado que haya sucedido; al menos no en El Minero”. Pero lo otro que
sugieren las cartas publicadas es que si al principio las películas del patio estaban
destinadas al público masculino, al mudarse las familias las películas son para
público adulto o adolescentes, lo cual podía ser un problema para padres y
madres preocupados por el contenido que veían sus hijos más pequeños. No solo
el contenido era un tema, sino la actividad como espacio para la recreación; para
1954 no había en todo el campamento un área de recreación propiamente para
niños, ni siquiera un parque. Cuando las proyecciones aumentaron de 1 a 2
proyecciones a la semana, se hicieron mayores esfuerzos para conseguir
películas para niños en una de esas funciones.
Las proyecciones en el patio se realizaron hasta mediados del año 1955,
cuando la exhibición de películas se mudó al nuevo cine del Centro Cívico, igual
que la cantina. En su lugar se desarrolló una zona comercial que permanece hasta
nuestros días.
7
“Today’s Mail” en El Minero”, Vol. 1. No. 6, 31 de julio 1954, pp 2. (Traducción del inglés
por el autor)
107
Revista Guayana Moderna
ISSN: 2443-5658
EL CINE PRINCIPAL
Manuel Felipe Parra, próspero comerciante en San Félix, inaugura en 1954
su “Cine Principal” con la película El Derecho de Nacer, de Zacarías Gómez. Era
un galpón que tenía capacidad para 750 butacas, que estaban divididas en dos
áreas: la galería, que era al aire libre y costaba 1 Real, y la Preferencial, que era
techada y costaba el doble. La galería era para el “populacho”, los jóvenes que
iban en grupos. Las familias de “mejor” posición económica solían sentarse en la
Preferencial; aunque el costo de las entradas no representaba tampoco tanto, y
era una diversión bastante costeable para cualquiera. El Principal era sin duda el
más grande y el de más categoría de los cines que había en San Félix para la
época
8
.
El lugar donde se construye el Cine Principal era propiedad, en principio, de
Don Enrique Bello, quien le regala a su madre una casa ubicada en la calle Piar,
una cuadra más arriba de la popular esquina de los Bello. El terreno de la casa se
divide en dos, quedando la casa de la madre de Bello y detrás el terreno donde
luego se construye el cine. El asunto era que Parra estaba casado con una
sobrina de Bello, que vivía con la madre de Don Enrique. Pero a diferencia de los
anteriores cines de San Félix, la casa de la familia no se comunicaba de ninguna
manera con el cine, eran dos edificaciones aparte.
Rafael García, en ese entonces, era un chamo de 14 años que había
llegado desde El Pao buscando trabajo, y entre una y otra terminó como aseador
del cine. Al tiempo pasó a ser pintor de los carteles que publicitaban las películas
proyectadas y finalmente proyeccionista, aunque nunca dejó de hacer los carteles;
de hecho, en unos años pasó a hacer los carteles de varios cines entre San Félix y
Puerto Ordaz. Aparte de García, trabajaban también en el Principal dos porteros
(uno para cada área, y cuyos nombres eran Julio Lara y María Bello), la taquillera,
8
El Cine Piar, que era la competencia más cercana, tenía 500 butacas; lo otros cines
muchas menos.
108
Revista Guayana Moderna
ISSN: 2443-5658
el aseador, y un asistente de proyección. Ese era el equipo que normalmente
trabajaba en un cine.
El cine era la principal actividad recreativa familiar. Había muchos bares,
billares, pero el cine era un espacio donde todos los públicos convivían. Contaba
Carlota Rojas que “la diversión para los muchachos de la época era el cine,
además de las fiestas del pueblo o las particulares a las que lograban ir con
permiso o escapados” (2004). La primera función era a las 6:30 pm en todos los
cines, porque hasta las 8 de la noche “podían estar los muchachos” en la calle, por
cuestiones de la rigurosidad de la dictadura: cuando la Seguridad Nacional
encontraba a un menor en la calle después de esa hora, lo detenían y recibía un
fuerte castigo. A las 8:30 pm, entonces, comenzaba la segunda función en la que
solo asistían los adultos.
Si hacemos una proyección para 1954, en base al censo oficial de 1950,
San Félix podría tener alrededor de 8.000 personas y contaba con 4 salas de cine.
La rotación de películas era muy rápida; esto es que las películas podían cambiar
a diario, y si la película era un rotundo éxito podían durar 3 días cuando mucho.
Pero eso motivaba competencia entre los cines por capitalizar al mayor público
posible. Mogambo, la película de John Ford con Clark Gable, uno de los galanes
de moda, se estrenó en el Cine Piar, y para competir con ella el Principal estre
El Monstruo de la Laguna Negra, película de la Serie B de ciencia ficción de Jack
Arnold, pero el Principal maquilló un pequeño Volkswagen con los colores del
monstruo y fue un exitazo de 5 días, mientras Mogambo solo aguantó 2.
Además de proyectar películas, el cine también se prestaba para presentar
otro tipo de espectáculos, particularmente a cantantes populares. Recuerda Rafael
García que en el Cine Principal se presentaron artistas como Lea Griffith, Alfredo
Sadel, Antonio Aguilar y la Tongolele. Estos artistas se presentaban en el
intermezzo de las películas, pero eran grandes acontecimientos desde horas
antes: cuando vino Aguilar, ya a las 3 de la tarde la calle Piar era intransitable. Las
mujeres iban más arregladas, algunas hasta usaban faldas con armador; los
hombres iban más informales, a pocos se les veía enchaquetados o con flux,
109
Revista Guayana Moderna
ISSN: 2443-5658
posiblemente algún miembro de logia lo usara. Pero los cines no tenían aire
acondicionado, así que lo más común era ir frescos.
No había en los cines de San Félix un mostrador para la venta de dulces y
chucherías, ni siquiera bebidas. Para las bebidas había que salir del cine y
comprar un refresco o una cerveza en un bar cercano, que solía haberlos. Para las
chucherías lo común eran las empanadas, bolsas de maní y chicles que un
vendedor pasaba ofreciendo entre las gradas en medio de la película, como en los
estadios deportivos, lo que en el caso de una película a veces podía resultar un
poco molesto.
Entre 1954 y 1957 aparecen varias salas más en otros lugares: el Cine
Caroní
9
en La Grúa, y el Cine Libertador en la vía de El Roble Por Fuera (ambos
también de Parra con otros socios), y todos estos cines sobrevivirán hasta
mediados de los años 70. ¿La principal causa de cierre? Rafael García se la
endosa a la unificación de las tarifas eléctricas que estuvo contemplada en el IV
Plan de la Nación durante el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez, y que hacía
impagable los costos de electricidad de unas pequeñas salas de cine, con dos
proyectores de 35mm. Hoy el “Cine Principal” conserva solo sus paredes; ni el
techo ni la fachada sobreviven, el terreno es actualmente un estacionamiento
privado.
1955, HOY
La planificación de Puerto Ordaz como ciudad estuvo pensada alrededor de
lo que llamarían el Centro Cívico; un espacio donde se concentraría la vida
comercial, social, cultural y religiosa de sus habitantes. Ubicada en el lugar donde
se colocó la primera piedra de la fundación de la ciudad en el año 1952, a su
9
Hubo otro Cine Caroní, que se inauguró en la esquina del semáforo de El Roble, en 1971,
perteneciente a un dueño distinto.
110
Revista Guayana Moderna
ISSN: 2443-5658
alrededor fueron desarrollándose las zonas residenciales del campamento de la
Orinoco Mining Company. Justo detrás del conjunto del Centro Cívico se ubicaban
las casas de los obreros denominadas Campo A, hacia la izquierda de esa zona
se extendía el Campo B para los directivos, y por último el Campo C donde se
alojaban los más altos cargos, ocupados por norteamericanos, que resultaba
bastante distanciado de todo el movimiento urbano; todavía lo es.
Figura 4. En un mapa actualizado se remarcan en rojo el espacio del Centro
Cívico, en amarillo el Campo A, en azul el Campo B y en verde el Campo C. Eran
las zonas habitacionales que se construyeron en primera instancia Cortesía de
Gerardo Hoogensteyn, intervenido por el autor.
La infraestructura de este Centro Cívico, como lo conocemos hoy, comenzó
a construirse en 1953, si bien ya estaban en ese lugar las oficinas principales de la
compañía desde 1951 y la piedra fundacional en 1952. Fue terminado hacia
finales de 1955. La misma estructura, dispuesta con muy pocas diferencias, se
planteó también en Ciudad Piar, que fue el otro punto geográfico donde se instaló
la OMC. Ambos centros contemplaban una plaza central alrededor de la cual
estaría una iglesia, un cafetín y comedor, un mercado con precios subsidiados, un
111
Revista Guayana Moderna
ISSN: 2443-5658
club con bar y sala de juegos, varios locales comerciales y de servicios como el
correo, librería, y por supuesto un cine-teatro.
Hay actualmente una “controversia” en cuanto a lo que era o no era el
Centro Cívico, pues hay quienes defienden la tesis de que era tan solo las
edificaciones que conformaban una “U” alrededor de la plaza, y aparte estaban los
locales comerciales que ocupaban el edificio de dos pisos, anexos a la “U”. Hay
quienes incluso le “adjuntan” el edificio del Centro Comercial Caroní, construido a
mediados de la década del 60, sobre todo a la cara que daba frente al Centro
Cívico donde estaba el supermercado CADA. Pero si nos apegamos a la
referencia que la misma empresa OMC publicó en El Mineroen 1954, tenemos
que el Centro Cívico, arquitectónicamente hablando, lo conformarán todas las
edificaciones alrededor de la plaza y el centro comercial anexo, tal como se ve en
la siguiente figura:
Figura 5. Diseño del espacio del Centro Cívico, publicado en “El Minero” el 26 de
agosto de 1954.
112
Revista Guayana Moderna
ISSN: 2443-5658
El cine era un espacio rectangular que tenía tan solo un tercio techado, de
manera que la mayor parte del blico veía su película bajo las estrellas y la copa
de un árbol de aceite que se asomaba desde la pared que daba a la calle y donde
estaba la pantalla. De hecho, es la manera poética en la que se expresan aquellos
asiduos cinéfilos que llegaron sobre todo durante los años 60 y después, como
algo exótico o incluso mágico, un “cine al aire libre y bajo las estrellas”. No deja de
ser curioso, ya que la mayoría de los cines de esa época tenían como
característica que eran techados a la mitad, por un tema básico de ventilación.
Sin embargo, que los habitantes de Puerto Ordaz recuerden con nostalgia esta
característica habla también de la poca interacción con otros espacios similares en
San Félix; incluso después de la construcción del puente sobre el Caroní.
La otra característica del cine, y esta sí era una experiencia “única”, era que
no había sillas fijas en el piso. A la entrada del cine cada quien agarraba su silla y
la ponía en el sitio que deseaba. Incluso había quienes se traían las sillas de su
casa, en caso de que se ocuparan todas las que había en el sitio. El local tenía
una capacidad aproximada de unas 500 personas, lo cual es bastante para una
población de 1.406 personas, solo en Puerto Ordaz
10
; es decir, un teatro en el que
cabía un tercio de la población
11
. Y tendríamos que decir que fue la única sala de
cine, formalmente hablando, que hubo en esta ciudad durante mucho tiempo. Las
antiguas proyecciones del campamento, en 16mm, como actividad abierta a los
trabajadores y sus familias pasaron a este nuevo cine. Sin embargo, las
proyecciones cambiaron su formato, pues las salas de los centros cívicos de
Puerto Ordaz y Ciudad Piar eran ya de 35mm. La proyección de 16mm seguiría
realizándose ahora en los terrenos del Club Caronoco en el Campo C, al que solo
asistían los miembros del club, que básicamente eran altos directivos de la OMC y
sus invitados.
10
Según un artículo publicado en “El Minero” citado por Belzahir Flores y Ninoska Díaz en
su artículo “Ciudad Guayana y su Centro Cívico: ¿Un espacio para el encuentro vecinal”.
11
Podríamos hacer la comparación con la única sala que actualmente existe en toda
Ciudad Guayana, con una capacidad de 1.594 butacas para una población de aproximadamente
800.000 habitantes, según el último censo nacional de 2001. La proporción está totalmente
invertida.
113
Revista Guayana Moderna
ISSN: 2443-5658
Para finales de los años 50 el cine amplía funciones a todos los días de la
semana. La demanda aumenta pues no solo están las familias de la Orinoco
Mining, también comienzan a llegar los que venían por la Corporación Venezolana
de Guayana para el desarrollo de la industria siderúrgica con la construcción de
SIDOR. En la programación se ofrece una película diaria, y distinta. La empresa
distribuía en la entrada un programa con las películas de la semana y había gente
que iba al cine todos los días.
Si hay que decir que existían otras actividades recreativas como clubes de
lectura, de baile, equipos y torneos deportivos, y algunas presentaciones de
espectáculos culturales, el cine se mantenía como una actividad cultural de
encuentro importante. Tanto así que en la memoria colectiva está consolidada la
idea de que aquí no había otra cosa para hacer que ir al cine. Es posible que esta
creencia tenga que ver con el hecho de que otros medios de comunicación, como
la radio y la televisión llegaron con demasiada demora: la primera emisora radial
se instala en 1966 y la televisión llega en 1972 con señal en diferido, por lo que el
cine es el rey en cuanto a entretenimiento de medios de comunicación se refiere.
El crecimiento de la población también hace que la empresa comience a
poner orden con la entrada, que era libre. Para su trabajo de grado, María
Angélica Sánchez y Carlota Rojas entrevistan a Enzio Ridolfi y este le menciona lo
difícil que podía llegar a ser la entrada:
Ya cuando empea llegar más gente, entonces le pusieron dos
corremanos y para poder entrar había que meterse allí. Se
llamaba cine Centro Cívico y normalmente se armaba un
tremendo rollo todas las veces. Yo que una vez me calenté y
me paré y me abracé al pasamanos y no pasó s nadie, “si
usted no está aquí, no pasa nadie” (se refería a su esposa)
12
12
Entrevista a Enzio Ridolfi realizada por Ma. Angélica Sánchez en mayo de 2004.
114
Revista Guayana Moderna
ISSN: 2443-5658
A mediados de los años 60 comienzan a aparecer otras opciones, salas
privadas como el Lorena o el Rex, e incluso s cerca, el Cine Altamira. Más
modernas, completamente techadas, con aire acondicionado, butacas fijas y más
cómodas. El cine del Centro Cívico va perfilando cada vez s su perfil a un
público de estratos D y E. Según un estudio del ININCO, para 1977 el cine del
Centro Cívico recibía 8.000 espectadores mensualmente, frente a los 16.000 que
podían recibir cines como el Altamira o el Canaima, que eran mucho más grandes.
Durante la década de los 80, es el primer cine en Ciudad Guayana en proyectar
películas pornográficas en la última función de la noche (asunto que hoy
sorprende a mucha gente que frecuentaba ese cine en funciones más tempranas y
no sabían de estas proyecciones).
Para el momento de cierre de esta publicación no tenemos registros de la
fecha exacta de cuándo dejaron de proyectarse películas en el Centro Cívico. Con
un sondeo muy informal entre algunos entrevistados y amigos asiduos al cine en
estas épocas ubicamos que ese “cese de proyección” puede haber ocurrido en la
segunda mitad de los años 80. Hoy por hoy, el Centro Cívico en general se ha
deteriorado muchísimo. Cuestiones de infraestructura y seguridad son los
problemas principales. El único cambio importante y positivo es la remodelación y
ampliación de la Iglesia Nuestra Señora de Fátima. Temas de fondo como la visión
de ese “centro de ciudad” que los proyectos de planificación de una Ciudad
Guayana unificada quisieron mover hacia Altavista, pero que en la práctica no
funcionó a pesar de los intentos y las inversiones de los entes oficiales, como
sugiere el urbanista Victor Fossi, podrían haber desplazado la atención del
“centro” natural de la ciudad como fue pensado el Centro Cívico.
115
Revista Guayana Moderna
ISSN: 2443-5658
Figura 6. Vista aérea del Centro Cívico (fragmento) a comienzo de los 80 Foto
de Gerardo Hoogensteyn.
A más de 50 años de su fundación, son muchas las miradas que vuelven al
Centro Cívico como un espacio de convivencia. Sin embargo, las iniciativas de
ciudadanos que buscan el rescate de sus espacios y el cine es uno de esos
“espacios soñados” para una ciudad que no tiene mayor opción- tienen que
enfrentarse a nuevas estructuras burocráticas y administrativas, con la esperanza
y la promesa en sí misma de retomar un espacio que fue diseñado para nosotros y
que nos pertenece.
Figura 7. Vista actual del interior del Cine del Centro Cívico - Foto de Miguel
Bermúdez (Julio 2016)
116
Revista Guayana Moderna
ISSN: 2443-5658
REFERENCIAS
Blanco, J. C. (2011). El Centro Comercial Caroní en la cultura urbana de Ciudad
Guayana. Revista Guayana Sustentable,12, pp. 49-72.
Orinoco Mining Company (1954). El Minero. Vol. 1, Año 1. Puerto Ordaz: Orinoco
Mining Company.
Flores, B. y Díaz, N. (2011). Ciudad Guayana y su Centro Cívico: ¿Un lugar para
el encuentro vecinal? Revista Guayana Sustentable, 12. pp. 31-48.
González, S. (Comp). (1997). El oficio de urbanista según Víctor Fossi. Caracas:
Editorial Equinoccio.
Halbwachs, M. (2004). La Memoria Colectiva. España: Prensas Universitarias de
Zaragoza.
Hoogensteyn, G. (Comp). (2007). Guayana de Antaño (Presentación de
Diapositivas).
ININCO (1977). Estudio de Factibilidad para el Establecimiento de un Sistema de
Radiodifusión en Ciudad Guayana para Programas Educativos, Científicos,
Culturales y de Información. Caracas: Facultad de Humanidades y
Educación, UCV.
Lessey, P. (2004). Puerto Ordaz, una visión desde su gestación hasta su
fundación oficial como ciudad. (Trabajo de Grado). Ciudad Guayana: UCAB
Guayana.
Lewis, B. (1976). La Historia: recordada, rescatada, inventada [versión
electrónica]. México: Fondo de Cultura Económica.
Lezama, E. (2006). Lo Global y lo Local en Venezuela: El Proceso Modernizador y
su Impacto en Ciudad Guayana 1960-2000. (Tesis Doctoral). Granada:
Universidad de Granada.
Pereira, A. (1984). Crónicas Pretéritas de la Ciudad de San Félix. Ciudad
Guayana: Ediciones El Progreso.
Pirela, Á. (11 de mayo de 2006). Centro Cívico: Historia Viva de Puerto Ordaz,
Correo del Caroní. Recuperado de
http://www.correodelcaroni.com/index.php?option=com_content&view=articl
e&id=30557:puerto-ordaz-naci-oficialmente-el-9-de-febrero-de-
1952&catid=93:turismo&Itemid=154
117
Revista Guayana Moderna
ISSN: 2443-5658
Ramírez, M. (28 de junio de 2011). El Centro Cívico y sus Años Dorados, Correo
del Caroní. Recuperado de
http://www.correodelcaroni.com/index.php?option=com_content&view=articl
e&id=181702:el-centro-civico-y-sus-anos-dorados&catid=82:edicin-
aniversaria&Itemid=140
Rojas, C. y Sánchez, M. A. (2004) De Puerto de Tablas a Ciudad Guayana:
Testimonios e Imágenes de los Inicios de una Ciudad. (Trabajo de Grado).
Ciudad Guayana: UCAB Guayana.
Silva, N. (2011). La Tradición Oral de la Nada: Pensando en la Construcción de la
Tradición Oral de Puerto Ordaz y la Utopía de Ciudad Guayana. En Pensar
la Ciudad: Ciudad Guayana en su Cincuentenario. (pp. 30-40). Ciudad
Guayana: Fondo Editorial UNEG.
Viera, A., Rincones, D. y Pérez, A. (2006). La Geohistoria del Municipio
Socioproductivo Caroní del Estado Bolívar, Venezuela. Revista Copérnico,
Año III, Nº 5. pp. 67-76.
Vivas, R. (7 de abril de 2008) El Centro Cívico de Ciudad Guayana. Recuperado
de
http://elsoldelosandes.blogspot.com/search/label/Centro%20C%C3%ADvico
%20de%20Puerto%20Ordaz
Yerushalmi, Y. (1998). Reflexiones sobre el olvido. En Yerushalmi, Y.; Loraux, N.;
Mommsen, H.; Milner, J. C. y Vattimo, G. Usos del Olvido. Buenos Aires:
Nueva Visión [Versión electrónica recuperada de
http://comisionporlamemoria.chaco.gov.ar/jovenesymemoria/documentos/pd
f/32.pdf]