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Revista Guayana Moderna
ISSN: 2443-5658
cine, y es lo primero que recuerdan si le preguntan a alguien contemporáneo, es
que cada vez que había una crecida del Orinoco, el agua se filtraba por la pared
más cercana al río e inundaba la galería hasta la altura de la pantalla. Los pisos de
estos cines eran de cemento y planos, sin inclinaciones; el primer cine cuyo piso
era inclinado para facilitar la vista de los asientos traseros fue el Cine Principal.
Pero en el piso anegado del Cine Piar solo había agua en galería y aun así había
función. Y con el tema de las inundaciones por la crecida, o incluso por las lluvias,
hay cuentos bastante jocosos más allá del hecho mismo de un cine anegado; por
ejemplo, Rafael García, quien fuera proyeccionista del Cine Principal, cuenta que
cuando pasaron Tarzán, con John Weissmuller, los cocodrilos de la película se
reflejaron en el charco que se formó debajo de la pantalla, dándole un buen susto
a los que estaban en las primeras filas.
La cercanía al río y sus crecidas no eran lo único que podía molestar; el no
tener un techo que cubriera completamente el local permitía que los mosquitos
entraran entre las 6 y 7 de la noche. Cuenta Carlos Bello, que como travesura
algunos muchachos se llevaban tela de mosquitero y bombas de “fli”
, una para
protegerse de la plaga, pero sobre todo para hacer chanzas con el tema de la
plaga. A pesar de lo incómodo que pueda sonar la experiencia del Piar, recuerda
Carmen Rivas que, en oportunidades, algunas personas que recién llegaban a
San Félix buscando trabajo y que no conseguían dónde pasar esa primera noche,
pedían permiso para quedarse durmiendo en las sillas del palco, que tenían techo
y resguardaban un poco del frío, a lo que el Sr. Rivas accedía.
Lamentablemente, un impasse con el dictador Marcos Pérez Jiménez por el
otorgamiento de unas tierras hicieron que Manuel Rivas y su familia tuvieran que
huir a Ciudad Bolívar para esconderse de la Seguridad Nacional, después de
1952. El cine lo dejaron a cargo de un cuñado de Rivas, Ramón “Mozo” Almedo, y
luego Horacio Figarella, quien lo administró y además hacía el perifoneo de las
“Flit” era la marca de un rociador insecticida casero, muy popular, que se vendía en lata y
que se ajustaba a una bomba atomizadora para rociarlo. Aunque el producto “Flit” desapareció del
mercado hace muchos años, la pronunciación “fli” se puede escuchar en muchos casos como
sinónimo de “insecticida”, así como “baigón” ha llegado a significar “matacucarachas”.