Presentación del dossier. Literatura y escritura hecha por mujeres en el siglo XXI: lenguaje y (re) posicionamientos posibles en la literatura latinoamericana contemporáneaSabemos bien que la narrativa del Boom legó en Macondo el carácter simbólico de contener ese significante tan maleable que es Latinoamérica. La búsqueda de una identidad no solo en una herencia común, sino en la forma de crear, narrar y construir un discurso conjunto siempre ha estado empujada por los vientos de cambios y convulsión político social que ha vivido el continente desde las décadas de los sesenta y setenta. Esto hizo aún más compleja la posibilidad de desprendernos de esa etiqueta exótica, así como también ayudó a canonizar al Boom y sus escritores como la puerta de entrada a la literatura latinoamericana. Ya en la convocatoria se hacía referencia directa a la imposibilidad de que esta eclosión literaria contuviera realmente todas las posibilidades del discurso del continente. Pudiéramos bien decir que se abrió la puerta al reconocimiento de una literatura que podíamos llamar nuestra, pero no miramos qué se ocultó tras la sombra de esa puerta. Lamentablemente, la claridad no llegó sino hasta después de la crisis de pensamiento alrededor del debate entre crítica literaria y crítica cultural a mediados de los ochenta. La confluencia de la teoría literaria y la aparición de los estudios culturales obligaron a repensar la red de sentido alrededor de lo latinoamericano. La consecuencia directa de esto fue el cuestionamiento a la aplicabilidad de los términos modernidad y postmodernidad a nuestra producción cultural. De esta manera, el canon literario fue sometido a una mirada más exhaustiva que develó intersticios y puntos ciegos que obligatoriamente rompen con una mirada binaria y reconocen la necesidad de un discurso transdisciplinar más abarcante y menos excluyente. Uno de estos puntos ciegos ha sido desde entonces la literatura y escritura hecha por mujeres. La distinción de ambos términos obedece al esfuerzo de reconocer la participación de la mujer no solo en el quehacer literario, sino también en otros modos de representación discursiva dentro del ámbito cultural como el teatro, el performance o las artes visuales en general. Las figuras femeninas dentro del campo literario anterior al siglo XIX fueron escasas y sus obras marcaron siempre temáticas distintas o bien abordajes que podían considerarse fuera de lo convencional. Por ello, no es de extrañar que fueran concebidas como sujetos liminales y que el canon de nuestra literatura se fuera construyendo bajo la presencia masculina y, en consecuencia, hegemónica. Ahora bien, para el objetivo del dossier que nos convoca, las mujeres que escriben en el periodo de tránsito entre finales del modernismo y el desarrollo del vanguardismo, así como las que colindan con la aparición del Boom son figuras que bien representan esa invisibilidad de la presencia femenina en el mundo de las letras. Nombres de este periodo como Delmira Agustini, Juana de Ibarbourou o Alfonsina Storni, por nombrar algunas de las más recordadas, desarrollaron la expresión de un mundo interno, íntimo, capturado a través de un intenso lirismo carente de vergüenza de la expresión de los sentimientos más hondos del alma humana. Esto las catalogó inmediatamente como locas, extrañas o demasiado sensibles para ser tomadas en serio; si se suma a ello el desenlace trágico de la vida de, por ejemplo, dos de ellas, sus contemporáneos prefirieron circunscribir su escritura a un lado del canon, donde la emocionalidad es catalogada como un agente que desmerece el rigor de lo literario. La normalidad de esta consideración sobre la literatura y escritura hecha por mujeres como un producto menor estuvo ayudada por la limitante correlación que se hizo del Boom con la literatura latinoamericana contemporánea, que solo posibilitó el reconocimiento de autores masculinos en los que se identificara un discurso afín a los «padres fundadores» de este fenómeno. Así, las sucesoras de Agustini o Storni corrieron siempre el riesgo de ser encasilladas como hacedoras de un discurso netamente sentimental y, por tanto, carente de un valor estético real. Bien referimos en la convocatoria de este número la claridad de Victoria Ocampo de convocar a romper el monólogo masculino y dialogar, idea que reconoce que la minusvalía de la mujer escritora carece de fundamento y, además, evidencia que no se reconoce el aporte que realiza la mirada femenina dentro del ámbito literario. De este modo, se establece una relación de tensión que se ha normalizado con respecto a la literatura y escritura hecha por mujeres desde la mitad del siglo veinte hasta las últimas décadas. La marginación cultural, política y la escasa autoridad intelectual que se les concede marcó el camino para que las escritoras contemporáneas emprendieran la búsqueda de su propia voz. En consecuencia, se destaca el tratamiento de temas y la construcción de personajes e historias que revelan un interés totalmente distinto al reconocido por el canon; una mirada más hacia los sujetos vencidos, a las situaciones límite, a la resistencia, pero, sobre todo, una mirada cuestionadora y de claro posicionamiento político hacia la tradición discursiva latinoamericana. Este recorrido que llega hoy a nuestros días ha sumado tantas voces que requiere ser mostrado de todas las formas posibles y ese es el objetivo central de este número de Baciyelmo: reunir trabajos que permitan dar visibilidad, en sus diferencias, a todos los diálogos posibles desde el imaginario de la literatura y escritura hecha por mujeres. Ante la fuerza de estas voces, el reto que parece haber asumido la literatura y la escritura hecha por mujeres ha sido planteado desde el surgimiento de novelas, obras teatrales y artefactos culturales de toda índole que invitan a examinar y replantear los discursos establecidos sobre el cuerpo femenino, sobre el espacio íntimo, sobre la experiencia colectiva e individual ante el fin de las utopías nacionales y el convulso presente de nuestra región. El surgimiento de publicaciones de autoras femeninas y su presencia cada vez más visible en espacios de reconocimiento académico literario confluye con la estimulación de una conciencia del valor de esa diferencia de la mirada femenina ante una discursividad tan cambiante como la nuestra. Las intervenciones incluidas en la sección Disciplinas dibujan una constelación que abarca y pone en diálogo distintos espacios geográficos (Ecuador, Brasil, Costa Rica, México) y distintos géneros literarios (novela, poesía, teatro). En todas se articula la necesidad de repensar de manera crítica las prácticas y discursos que dan forma a lo cotidiano, al espacio familiar moldeado por dinámicas opresivas y heteropatriarcales, y a las líneas borrosas que separan lo privado de lo público y que pretenden contener a los cuerpos que transitan en ambos. A partir de una mirada que se rebela ante el falocentrismo cultural mediante la denuncia, la renovación discursiva, la movilización de lo abyecto y la des-identificación del cuerpo y de la subjetividad, las narrativas analizadas por los contribuidores construyen un repertorio subversivo que pone en cuestionamiento el estado de negatividad y exclusión en el que se encuentra el cuerpo de la mujer negra (González), la violencia y el horror que se esconde en las entrañas silenciosas de las dinámicas intrafamiliares (Mendoza Rivero) y las operaciones de un poder que, nacido de una visión del mundo heteropatriarcal y homofóbica, intenta disciplinar, silenciar y hacer invisible al cuerpo trans (García Martínez). En «Rotundamente negra: cuerpo y cotidianidad en los poemarios de Shirley Campbell Barr y Eulalia Bernard», Ligia González analiza el trabajo de dos autoras feministas costarricenses, Shirley Campbell Barr y Eulalia Bernard, ambas afrodescendientes y vinculadas a la diáspora jamaiquina en Costa Rica, quienes mediante un trabajo poético que pone de relieve lo cotidiano y lo íntimo buscan construir una narrativa sobre sí mismas que se distancie y desarticule la concepción del cuerpo femenino pensado desde la lógica blanca, occidental y patriarcal. González destaca cómo las dos poetas resisten la historia silenciada y vinculada al estado de docilidad-utilidad al que el cuerpo de la mujer fue sometido por la ideología del Garveyerismo, movimiento político y social que alcanzó su apogeo a principios de la década de 1920 y que promovía el orgullo y la pureza de la raza negra frente al racismo y la ideología del blanco dominante. En los poemarios Rotundamente Negra (Campbell Barr, 2013) y Ciénaga (Bernard, 2006), las poetas narran una «historia otra» (González) que desarma la separación masculino/público y femenino/privado y que activa el potencial político contenido en actos sencillos como el pintarse las uñas, limpiar la casa, recoger la basura o peinarse el cabello. Al hacerlo, propone González, las autoras convierten el cuerpo femenino en «un símbolo poético/político que reconociéndose y aceptándose se convierte en agente de cambio» y se reescribe bajo una nueva episteme: «feminista, transnacional e interseccional» (González).El espacio íntimo vinculado al hogar se convierte en el escenario de horror y de una violencia aparentemente ilimitada en las novelas Nefando (2017) de la escritora ecuatoriana Mónica Ojeda y Entre los rotos (2019) de la escritora mexicana Alaíde Ventura Medina, ambas analizadas en el texto de Leonardo Mendoza Rivero, titulado «Sobre cuerpos violentados y silenciados: El ‘mal absoluto’ en Entre los rotos de Alaíde Ventura Medina y Nefando de Mónica Ojeda». Partiendo de un marco teórico que conecta el concepto de «mal absoluto» de Daniuska González y las reflexiones de Jacques Lacan en torno al goce y al silencio, Mendoza Rivero analiza escenas en ambos textos en las que el lenguaje y su capacidad de representación son llevados más allá del límite de lo decible y de cualquier convención ética, abriéndose así un espacio cargado de silencios oscuros y violentos que dejan marcas en los cuerpos de los protagonistas y en el archivo de la memoria familiar que es también, en el caso de Entre los rotos, la memoria de un país. Frente al abuso físico y psicológico que sufren los personajes principales a lo largo de su infancia, la escritura—que, en el caso de Nefando, deviene «artefacto de índole abyecta» (Mendoza Rivero)—se ve forzada a ocupar, y no solo a representar o describir, el lugar del horror desde el cual se generan relatos fragmentados y abyectos que componen un archivo de dolor que sobrevive incluso en el silencio que permanece después de culminada la lectura de las novelas. Hacerse cargo de dicho archivo implica, para Mendoza Rivero, la necesidad de desacralizar «la animalizada figura del padre abusador», históricamente atada al «inquebrantable respeto a la sangre».La centralidad de la figura paterna y el poder que posee para darle forma y nombre a los cuerpos que componen tanto el microcosmos de la familia como el tejido social y político de la nación son desmontados en Manifiesto Transpofágico (2022) de la travaturga brasileña Renata Carvalho, texto analizado por María Carolina García Martínez en su artículo «Intersecciones: una mirada autoficcional de la deriva del cuerpo trans». Tomando como eje el concepto de autoficción tal y como lo define Sergio Blanco, García Martínez analiza las técnicas discursivas y de performance que permiten en el Manifiesto la construcción de una subjetividad y praxis política en torno y a partir del cuerpo trans y del discurso histórico-oficial del movimiento trans brasileño. García Martínez resalta las tensiones e intersecciones entre el sujeto privado y el sujeto político, el individuo y el colectivo, ambas dimensiones marcadas por el abandono, la soledad y el desamparo experimentados por Carvalho a causa de su expulsión del hogar y de su «inexorable orfandad» (García Martínez). La exploración de estos binarios en el marco de la obra teatral lleva a lo que Paul B. Preciado llama el des-reconocimento y la des-identificación del yo como condiciones para la emergencia de lo político, la transformación de la realidad y la aparición de «yoes multiplicados» (García Martínez), que desafían las estructuras sociales que buscan disciplinar el cuerpo y la identidad de género. En ese desafío García Martínez identifica «una forma de curarse, de enfrentarse a la herida, al zanjamiento vital desde la palabra, que no es otra cosa que mirar el margen de las soledades y la narrativa sobre nosotros mismos».En su conjunto, las tres intervenciones hacen énfasis en el potencial subversivo y de renovación de un lenguaje que reposiciona y empodera cuerpos y sujetos e identifica instrumentos de resistencia que pasan por lo banal, que repiensan el discurso del poder, de la identidad y del género, y que invitan a una reflexión crítica acerca de los límites que la literatura está dispuesta a cruzar en su determinación de dar testimonio de los recuerdos más íntimos, las violencias más sutiles, las historias silenciadas y lo que Mendoza Rivero llama «el mal absoluto». Estos puntos de resistencia continúan haciendo eco en los poemas de Gina Saraceni, Elena Cardona y Felipe Ezeiza —incluidos en la sección Non finito— donde el lenguaje poético se ve además marcado por el deseo de capturar el peso incalculable del desarraigo, el sonido de la distancia, y el volumen de la pérdida en el contexto de una Venezuela que se desmorona con cada viaje de salida de los casi siete millones de venezolanos que, buscando escapar de la crisis económica, política y social que enfrenta el país, han llegado a todos los rincones del continente americano, enfrentándose a la xenofobia, el rechazo y la ausencia de los que se quedaron en Venezuela y también en el camino.Las contribuciones de este volumen amplían el corpus crítico que busca iluminar el potencial subversivo y de renovación de los lenguajes que autoras como Liliana Colanzi, Samantha Schweblin, Mariana Enríquez, Fernanda Melchor y Valeria Luiselli han desarrollado en su escritura. Dichos lenguajes no solo proponen nuevos ejes y cuerpos desde los cuales pensar el canon literario latinoamericano, sino que intervienen en el espacio político y social en el que se está llevando a cabo, a nivel continental, la lucha por los derechos humanos, por la igualdad de género y por un compromiso ético que reconozca las alianzas entre cuerpos humanos y no humanos y el futuro que se juega en ellas. Surge así, de este corpus que no deja de crecer, de crear, de intervenir y de provocar, una apuesta por otros modos, urgentes, de ser y estar en común. Sirva entonces este dossier para trazar el camino hacia un espacio abierto a participar en los distintos diálogos posibles de nuestra actualidad literaria. En dicho espacio, Baciyelmo se reafirma como lugar de integración, experimentación y pluralidad de formas y lenguajes. Sean bienvenidos, todos, para mirar(nos) críticamente desde el quehacer literario. Irina R. TroconisAssistant Professor of Latin American StudiesDepartment of Romance Studies/Spanish SectionCornell UniversityLorena M. VelásquezProf. Asistente. Universidad Católica Andrés BelloTeaching Assistant, Spanish. Graduate candidate in Spanish Language, Literature and Culture. Syracuse University574802014351000 Revista Baciyelmo N.º 4Año: 16. Semestre septiembre-marzo 2023ISSN impreso: 1856-6170ISSN electrónico: 2790-5284 PAGE 1357480204318000Revista Baciyelmo N.º 4Año: 16. Semestre septiembre-marzo 2023ISSN impreso: 1856-6170ISSN electrónico: 2790-528456957601651000Revista Baciyelmo N.º 4 Año: 16. Semestre septiembre-marzo 2023 ISSN impreso: 1856-6170 10 ISSN electrónico: 2790-5284Maria FernandaMaria Fernanda22022-10-08T14:30:00Z2022-10-08T14:30:00ZNormal06229313075Microsoft Office Word010830falseTítulo1false15338falsefalse16.0000